UN DULCE RELATO… ¡DIOS ES COMO EL AZÚCAR ¡

 

 

Cuantas veces los seres humanos se han cuestionado la existencia de Dios por el simple hecho de que no pueden verlo ni tocarlo, pero si lo pensamos bien, las cosas más exquisitas y bellas de la vida como la música, el amor, el viento, el calor, etc. no se pueden tocar ni ver, solo las sentimos; por ello, nos gustaría compartir esta bella historia que apareció en Internet, no sabemos si es real o no, pero lo cierto es que ilustra de manera profunda que a veces un razonamiento tan simple como el de un niño nos hace entender que tenemos que creer para ver o sentir… Esperamos que la disfruten…

 

 

Un día la profesora les preguntó a los niños de su clase si alguno de ellos podía explicar quién era Dios. Uno de ellos levantó la mano y dijo: “Dios es nuestro Padre, Él hizo la tierra, el mar y todo lo que está en ella. Nos hizo como hijos de Él”.

 

La profesora, buscando más respuestas, fue más lejos: “¿Cómo saben que Dios existe, si nunca lo han visto?”… Y todo el salón quedó en silencio…

 

Pedro, un niño muy tímido, levantó la mano y dijo: “Mi madre dice que Dios es como el azúcar, yo no puedo ver el azúcar que le pone al jugo que me prepara todas las mañanas que está dentro del vaso porque está mezclada con el jugo, pero si no la tuviera no tendría ese rico sabor. Dios existe, Él siempre está en medio de nosotros, solo que no lo vemos, pero si se fuera, nuestra vida no tendría sabor”.

 

La profesora sonrió y dijo: “Muy bien Pedro, yo les enseño muchas cosas a ustedes, pero tú me enseñaste el día de hoy algo más profundo que todo lo que sé. Ahora sé que ¡Dios es nuestro azúcar y que está todos los días endulzando nuestra vida! Le dio un beso en la frente y salió sorprendida por la respuesta de aquel niño.

 

Recordemos que la sabiduría no está en el conocimiento, sino en la vivencia de Dios en nuestras vidas. Existen muchas teorías, muchas filosofías, pero dulzura como la de Dios, aún no existe ni en los mejores azúcares. No olviden colocar azúcar en su vida, que jamás les falte esa buena azúcar que es Dios.

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