YOGA – HOMEOPATÍA Y MI COLUMNA VERTEBRAL

 

 

 

Rocío Espinosa

Profesora de Hatha Yoga

PERÚ

 

 

 

 

Cuando tenía 13 años, en una clase de baile, el profesor me hizo notar que tenía un hombro más alto que el otro, revisó mi columna y me dijo que me hiciera ver por un médico. Días más tarde, después de sacarme las radiografías, me enteré que tenía una curvatura que se denomina “escoliosis lumbar”.

 

Como la mayoría de escoliosis que aparecen a temprana edad, este tipo de curvaturas en la columna no produce molestia o dolor alguno. Mi papá instaló una barra en mi habitación para colgarme y mantuve siempre mucha conciencia para sostener una buena postura y tener siempre un peso corporal adecuado para no sobrecargar la espalda. Inclusive durante mis dos embarazos, entre el apetito voraz y los antojos, controlé mi dieta para no subir de peso con el fin de no afectar a mi columna. Eventualmente visitaba al médico quiropráctico una o dos veces al año cuando necesitaba un ajuste.

A los 44 años estudié un profesorado de yoga y por casi 3 años seguidos tuve nuevos y diversos tipos de molestias, incluso algunos dolores tan fuertes que me llevaron a visitar urgentemente al quiropráctico. El dolor en la zona lumbar se desplazó a las caderas, a la articulación coxo femoral derecha. La molestia en esta articulación se fue acentuando hasta el punto en que ya no podía hacer muchas posturas de yoga. Incluso al empezar a caminar desde una posición de reposo, cojeaba por el intenso dolor.

 

Visité a mi médico homeópata y después de verificar en una radiografía que todo estaba normal (que no había artrosis, ni nada extraño a nivel óseo), me recetó un medicamento homeopático para dicha articulación (coxo fem). La homeopatía se basa en curar con lo similar. Sin embargo, dicho tratamiento no sirvió de nada para aliviar el dolor en la cadera, que persistía al caminar. Al ver el mismo cuadro, el homeópata decidió darme medicamento para escoliosis, algo que jamás pensé que pudiera existir. Me explicó que el problema no estaba en la articulación, por eso el medicamento original no había hecho ningún efecto. El problema era la escoliosis. Su razonamiento se centraba en que debido a los estiramientos en las posturas de yoga durante los últimos 3 años, la columna se había vuelto más flexible, haciendo los espacios intervertebrales más amplios. Este desplazamiento quizás hubiese corregido ligeramente su curvatura, forzando a una movilización a nivel de caderas para obtener un nuevo equilibrio en la postura.

 

Con incredulidad acepté tomar el medicamento para la escoliosis. A las dos semanas ya no sentía el dolor. Terminado un mes de medicación prácticamente el dolor había desaparecido. Han pasado dos años y siento que todo aquello quedó en el pasado. No creo que me haya curado de la escoliosis, pero ya no siento más dolores en la cadera y observo que mi postura ha mejorado.

 

Sigo practicando yoga, cada día más consciente de mi cuerpo. Lo interesante de la práctica del yoga es que se ejercita y flexibiliza no solo el cuerpo, sino también la mente. Al ser más flexibles corporalmente nos permitimos tener más flexibilidad en nuestra vida, y con ello estamos más aptos para aceptar los cambios. Ejercitar la mente significa ser capaces de observar los pensamientos que nos atrapan sin juzgarlos, solo verlos pasar hasta que se hacen lentos, y entre uno y otro pensamiento se puede llegar a sentir un breve silencio. Ese silencio es el que nos conecta con el Ser que somos, que nos da paz. Y al sentir esa quietud, los cambios afectan menos.

Prestarle atención a nuestro cuerpo con una práctica como el yoga o el tai chi significa movilizar mucha energía estancada, es promover cambios a nivel profundo.

 

Curar una dolencia no es acudir al médico y esperar que ellos nos curen, es necesario hacernos responsables a través de un cuidado amoroso de nuestro propio cuerpo-mente.

 

respinosaqui@gmail.com

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