EL MANEJO DE LA ENERGÍA SEXUAL

 

 

Las enseñanzas Budistas-Taoístas-Zen, como las de todas las religiones, están de acuerdo, desde todos los tiempos, en reconocer la importancia de la energía sexual sobre el comportamiento del hombre. Esta importancia es primordial, en efecto. Las funciones de las glándulas sexuales no se limitan a empujar al individuo al acto de la generación. «Segregan lo que los Taoistas llaman la Esencia Tsing, las sustancias que se vierten en la sangre e imprimen a los tejidos, a los órganos y a la conciencia, los caracteres macho o hembra». Nuestras actividades fisiológicas, mentales o espirituales están estrechamente ligadas al funcionamiento de los testículos. La calidad y abundancia de la esencia produce la audacia o la cobardía, la violencia, la brutalidad, el amaneramiento, «los caracteres que distinguen al toro de combate del buey que arrastra la carga a lo largo del surco», el fiero semental del caballo castrado. «Entre los eunu-cos, no ha habido jamás grandes filósofos, grandes sabios ni tan siquiera, tampoco, grandes criminales. De todas las glándulas, el testículo posee la influencia mayor sobre la fuerza y la cualidad del espíritu. Los grandes poetas, los artistas geniales, los santos, igualmente que los conquistadores, son en general fuertemente sexuales. Diríamos que la inteligencia pide para manifestarse en toda su potencia, a la vez, la presencia de glándulas sexuales bien desarrolladas y la represión temporal del apetito sexual».

 

Esta razón es la que hace que no haya una muy alta iniciación sin continencia; ella hace disponible una energía que puede ser transformada en empuje mental. El hombre lo siente bien: cuando pierde su esencia, la espiritualidad se va con «su vigor y su fuerza moral». Sin embargo, «mientras los débiles, los nerviosos, los desequilibrados se hacen más anormales después de la represión de su apetito sexual, los seres fuertes se fortalecen todavía más por esta clase de ascetismo».

 

La enseñanza Taoísta precisa: «Cada vez que la esencia es pequeña, se está enfermo, y cuando se agota, se muere».

 

A 20 años, una emisión cada cuatro días;

A 30 años, cada ocho días;

A 40 años, cada dieciséis días;

A 50 años, cada veinte días;

A 60 años, el hombre debe mantener su esencia encerrada y no emitir».

Compártelo