LA VIDA COTIDIANA: UNA MATERIA QUE EL ESPÍRITU DEBE TRANSFORMAR

 

En todos los actos de la vida cotidiana, incluso en los más simples, deben aprender a poner en acción fuerzas y elementos que les permitan trasponer esos actos al plano espiritual, alcanzando así los grados más altos de la vida.

 

Consideremos lo que ocurre en un día normal. Nos despertamos e inmediatamente se desencadena toda una serie de procesos: pensamientos, sentimientos, y también gestos, como levantarse, encender la lámpara, abrir las ventanas, lavarse, preparar el desayuno, ir al trabajo, encontrarse con determinadas personas, etc. Cuántas cosas que hacer y todo el mundo tiene la obligación de hacerlas. La diferencia está en que algunos las hacen maquinalmente, mecánicamente, mientras que otros, por el contrario, al poseer una filosofía espiritual procuran desarrollar en cada uno de sus actos una vida más intensa, más pura, y entonces todo resulta transformado, todo toma un sentido nuevo, con lo cual se sienten continuamente inspirados.

 

Evidentemente, vemos a muchas personas que se muestran dinámicas, emprendedoras, pero toda esta actividad está dirigía a la consecución del éxito, del dinero, de la gloria; no hacen nada para que su existencia sea más serena, más equilibrada, más armoniosa. Y esto no es inteligente, pues esta actividad desbordante no consigue más que agotarles y enfermarles.

 

Acostúmbrense pues a considerar su vida cotidiana, con los actos que deben realizar, los acontecimientos que se les presentan, los seres junto a los que deben vivir con los que se encuentran, como una materia sobre la que deben trabajar para transformarla. No se contenten con aceptar lo que reciben, con soportar lo que les llega, no permanezcan pasivos, piensen siempre en añadir un elemento capaz de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia. Pues verdaderamente la vida espiritual consiste en ser capaz de introducir en cada una de sus actividades, un elemento susceptible de proyectar esta actividad hacia un plano superior. Dirán: “¿Y la meditación, y la oración…?”. Pues bien, precisamente la oración y la meditación sirven para captar estos elementos más sutiles, más puros que permiten dar a sus actos una nueva dimensión.

 

Pueden producirse en su existencia acontecimientos que imposibiliten la práctica de los ejercicios espirituales que están acostumbrados a hacer cada día. Pero esto no debe impedirles seguir en contacto con el Espíritu; pues el Espíritu está por encima de las formas, por encima de las prácticas.  En cualquier situación, en cualquier circunstancia, pueden ponerse en contacto con el Espíritu para que anime y embellezca sus vidas.

 



 

Extraído del libro “Reglas de oro para la vida cotidiana”

 Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta

www.prosveta.com

FRANCIA

 

07/03/2022

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