LA FORMA DE DECIR LAS COSAS

 

Una  sabia y conocida anécdota árabe dice que en una ocasión un sultán soñó que había perdido todos los dientes, y después de despertar mandó a llamar a un adivino para que interpretara su sueño. 

 

¡Que desgracia mi señor! Exclamo el adivino, cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad. 

 

¡Qué insolencia!...gritó el sultán enfurecido, ¿cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! 

 

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran 100 latigazos.

 

Más tarde ordenó que le trajesen a otro adivino y le contó lo que había soñado.

 

Este después de escuchar al sultán con atención, le dijo:

 

¡Excelso señor gran felicidad os ha sido reservada, el sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes!

 

Al sultán se le iluminó el semblante con una gran sonrisa y ordenó  que le dieran 100 monedas de oro.

 

Cuando el adivino salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: ¡No es posible!, la interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer adivino, entonces, no entiendo por qué, al primero le pagó con 100 latigazos y a ti con 100 monedas de oro.

 

Recuerda bien, amigo mío, respondió el segundo adivino, que todo depende de la forma en el decir... Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse.

 

De la comunicación depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.

 

Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos grandes problemas.

 

La verdad puede compararse con una piedra preciosa; si la lanzamos contra el rostro de alguien puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.

 

16/02/2022

 

 

 

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