EL RÍO DE LA VIDA (Parte II)

 

Pero volvamos a la imagen de río. Les decía que el río de la vida divina desciende hasta las profundidades de la tierra... Y allí abajo se purifica de todos los desechos que ha acumulado en el camino - ya que existen fábricas bajo tierra con toda clase de tamices y transformadores - y de nuevo, bajo otra forma, esta vida retorna hacia arriba. Lo mismo le sucede al agua que desciende de las montañas; llega al mar sucia, turbia y contaminada, pero bajo los rayos del sol se evapora, asciende, se convierte en una nube y después vuelve a bajar bajo forma de lluvia, de nieve o de rocío. El mismo fenómeno ocurre en la circulación de la sangre: la sangre sale pura de los pulmones, pasa por el corazón, el cual la envía a todos los órganos, en los que se carga de desechos, y después vuelve a los pulmones para purificarse. La circulación de la sangre en el cuerpo, la circulación del agua en la tierra: este es el libro de la naturaleza que leemos. La naturaleza es el libro en el que Dios ha escrito todas sus leyes. Dios se expresa a través de los fenómenos de la naturaleza, pero no estudiáis la naturaleza, preferís leer libros escritos por seres débiles, enfermos y deformes.

 

Os hablaba antes de los vagabundos, y sobre este tema os puedo mostrar más detalladamente las correspondencias que pueden descubrirse entre la vida externa y la vida interna. Cuando la gente es muy rica, puede ir a los restaurantes, donde les sirven los alimentos frescos, y de la mejor calidad, mientras que los pobres van a aquellos restaurantes de segunda clase donde les preparan potajes y guisos baratos..., a menudo cocinados con los residuos provenientes de los grandes restaurantes. También están los que no pueden ir a los pequeños restaurantes, los vagabundos, por ejemplo, que no tienen otra comida que los mendrugos de pan duro o algunos residuos que han conseguido recoger de los cubos de la basura. Ya veis, pues, que los primeros, los ricos, tienen mucho dinero y pueden pagar la comida más fresca, mientras que los que no lo tienen se ven obligados a comer lo que los demás desechan. Pues bien, en el plano psíquico, espiritual, ocurre exactamente el mismo fenómeno. Aunque en estos planos quizás sea a los ricos a los que veáis comer en los cubos de la basura.

 

En la vida interna encontramos la misma jerarquía que en la vida externa. Cuando un ser únicamente tiene pensamientos y sentimientos hermosos, su alma solo come alimentos celestes. Mientras que aquel que desciende a los grados más bajos de la vida, preocupándose únicamente de sus rencores, de su ambición, de sus deseos más groseros, se empobrece paulatinamente: no puede, por tanto, comer en los mejores «restaurantes » del mundo espiritual. Se ve obligado a comer todo aquello que los demás desechan, y no puede formarse un cuerpo espiritual puro y luminoso, porque los elementos que va recogiendo no tienen brillo y están mancillados. Hay que ser rico en virtudes para alimentarse y beber en los restaurantes celestiales. Por lo tanto, si no quieren alimentarse con los desechos de los demás, en lugar de quedarse en las regiones inferiores, deben subir muy alto. He aquí el secreto de la vida espiritual. De la misma manera que hay que subir muy alto en las montañas para encontrar agua pura, así también deben ir hasta el Manantial para beber el agua cristalina del amor divino.

 

La vida es una corriente, un río que viene de lo alto, del Manantial... Y este río, es el mismo Cristo. Es por ello que Jesús decía: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Leyendo estas palabras, un Iniciado ve inmediatamente la imagen del río que desciende de la montaña, y desemboca en el mar. ¿Por qué? El camino, la verdad, la vida... ¿Qué significan estas tres palabras? El camino es el lecho del río, el curso que sigue. La vida es el agua que fluye en el lecho de este río. Y la verdad es la fuente de la que fluye la vida, de donde brotan todas las creaciones. El lecho del río con sus meandros, es el camino de la sabiduría que sube hasta la fuente la verdad. Y el agua es el amor, la vida, ya que la vida no es otra cosa que el amor: la vida nace del amor. El agua es el símbolo de la vida, del amor. Todas las energías, todas las fuerzas que circulan en la naturaleza, en el cosmos, están representadas por el agua, un fluido que riega, que da de beber, que mantiene la vida.

 

He aquí lo que Jesús quería decir: «Yo soy el camino de la sabiduría, yo soy el amor que hace nacer la vida divina, y yo soy la fuente de la verdad por donde fluye la vida que desciende para dar de beber a las criaturas». Ejercítense, pues, todos los días en beber con el pensamiento el agua que viene de las cimas, a beber en las fuentes puras y cristalinas. Quédense junto a ellas el mayor tiempo posible y comprenderán los secretos de la vida.

 

 

 

Extraído del libro “Los secretos del libro de la naturaleza”

Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta www.prosveta.com

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