EL CIELO Y EL INFIERNO LO CREAMOS NOSOTROS MISMOS

Dios entonces llevó al hombre santo y le señaló dos puertas. Abrió una y le dejó mirar dentro.

 

Había una gran mesa redonda. En el centro de la mesa había un enorme tazón que contenía comida deliciosamente condimentada y perfumada.  Al hombre santo se le hizo agua la boca.  Las personas sentadas alrededor de la mesa eran delgadas pálidas y enfermas.  Todos parecían hambrientos. Tenian cucharas con cables atados al brazo. Todos alcanzaron el plato de comida y pudieron tomar algo, pero como el mango de la cuchara era más largo que el brazo, no podían llevar la comida a la boca.

 

El hombre santo tembló al ver su miseria.  Dios dijo: "Acabas de ver el infierno".

 

Dios y el hombre se dirigieron hacia la segunda puerta.  Dios lo abrió.

 

La escena que vio el hombre era la misma que la anterior. Allí estaba la gran mesa redonda y el recipiente que hacía agua la boca. Las personas alrededor de la mesa también tenían cucharas con mangos largos. Esta vez, sin embargo, estaban bien alimentados, felices y hablando entre ellos, sonriendo.

 

El hombre santo le dijo a Dios: "¡No entiendo!".  Es simple, contestó Dios, han aprendido que el mango de la cuchara no te permite alimentarte, pero te permite alimentar a tu vecino. Luego aprendieron a alimentarse unos a otros.

 

Los de la otra mesa, por otro lado, solo piensan en sí mismos...

 

 

El infierno y el paraíso son iguales en estructura. Traemos la diferencia entre nosotros.

 

 

Luego de entender este relato, recordemos las palabras de Mahatma Gandhi:

 

 "En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no para satisfacer la codicia de algunos”.

 

“Nuestros pensamientos, por muy buenos que sean, son perlas falsas, si no se transforman en acciones”.

 

“Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.

 

Tomado de internet

 

22/09/2020

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