APRENDAMOS A RESPETAR Y AMAR A LA TIERRA

 

 

 

Cada día al despertar, abrimos los ojos al mundo. Y quizás nos hemos preguntado por qué estamos aquí, pero ¿alguna vez nos hemos preguntado cómo es el lugar dónde vivimos?

 

La vida no se limita solamente a nuestra casa, nuestro barrio, nuestra familia. Nuestra vida se proyecta más allá. James Lovelock planteó la hipótesis Gaia y sostiene que la Tierra es un ser vivo, un único ser con una entidad propia, sobre el que se desarrolla la vida. En esta teoría cada uno de los seres que constituyen los reinos de la Tierra ya sea animal, vegetal y mineral, son pequeñas células de ese macro organismo. Como en el cuerpo humano, cada una de estas células ocupa el lugar que le corresponde y realiza la función asociada a dicha ubicación. En la Tierra, cada organismo, ya sea un mineral, una planta, un animal o un ser humano, ha de ocupar el lugar que le corresponde y ha de realizar la función asignada para el equilibrio del todo mayor, la Tierra. Cuando esto se desequilibra, entonces aparecen las enfermedades en los ecosistemas y los desequilibrios ambientales.

 

El ser humano forma parte de la Tierra, y por ello contiene en su cuerpo cada uno de sus elementos, es decir el aire, el agua, la tierra y el fuego. Por ejemplo, el aire es aquello que respiramos; el agua que al igual que la Tierra está constituido en nuestro cuerpo por un 80%, representa un mar interior donde nuestras células nadan, e incluso las mismas células son un mar en su interior. Somos un mar en movimiento. La Tierra son los minerales que conforman nuestra estructura. El fuego es la energía y la vida, el combustible transformado a partir de los alimentos, o de la energía de un abrazo.

 

Quizás esta analogía nos permita entender un poco mejor la importancia de cuidar y respetar nuestro entorno, porque además de ser responsables de él debemos recordar siempre que formamos parte de un todo mayor, que somos células de un organismo más grande que nosotros: la Madre Tierra.

Compártelo