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Según un estudio del Proyecto Seguimiento Universidad de Navarra (SUN), vivir a una altitud entre los 457 y los 2.297 metros, comparado con hacerlo al nivel del mar entre los 0 y los 121 metros, está asociado a un menor riesgo de desarrollar síndrome metabólico.

 

Esta dolencia engloba un conjunto de factores de riesgo cardiovascular por el cual hay mayor probabilidad de desarrollar una cardiopatía, sufrir un accidente cerebrovascular (ictus), diabetes mellitus tipo 2, enfermedad renal o problemas de circulación. “El síndrome metabólico es una dolencia que está aumentando en los países desarrollados, de ahí el valor de un estudio que arroja conocimientos sobre un factor determinante en su incidencia, como es la altitud en la que se viva”, aclara la investigadora Amaya López-Pascual, autora de este estudio como parte de su tesis doctoral, cuyos resultados se publicaron en la revista Frontiers in Physiology.

 

Hasta el momento se conocía que tanto la obesidad como el tabaco y un estilo de vida poco activo aumentaban el riesgo de sufrir síndrome metabólico, pero no se conocía bien el papel del medioambiente en su incidencia.

 

“Algunos estudios previos sí sugerían que las personas que vivían en altitudes elevadas obligaban a su cuerpo a trabajar más para obtener oxígeno, lo que parecería ofrecerles cierta protección frente a problemas relacionados con el síndrome metabólico” detalla la doctora.

 

Una de las particularidades de este estudio es que los 6.860 voluntarios que aportaron sus datos son graduados universitarios. Por este motivo, los investigadores del Proyecto SUN consideran que estos resultados, obtenidos de personas con un nivel cultural superior a la media y también con un estilo de vida más saludable, solo deben extrapolarse a personas con este mismo perfil.

 

 

La altitud también ayuda a perder peso

El grupo de investigación –integrantes del CIBERobn Fisiopatología de la Obesidad y de la Nutrición, del Instituto Carlos III – también está estudiando el beneficio para la salud de la hipoxia: “Estamos analizando los beneficios de vivir en un entorno con menos oxígeno disponible, como sucede cuando aumentamos la altitud, desde el punto de vista molecular, clínico y epidemiológico, ya que consideramos que es un área muy prometedora. De hecho, existen numerosos estudios que confirman que tanto vivir como practicar ejercicio en lugares de altitud elevada, en situación de hipoxia, ayudan a perder peso, mejoran la resistencia a la insulina y el estado cardiopulmonar”, manifestó el profesor Gonzáles Muniesa, investigador del Centro de Investigación en Nutrición de la Universidad de Navarra y coautor del estudio.

 

Asimismo, en este proyecto se analizó el historial familiar de los participantes, lo que permitió a los investigadores confirmar que los resultados eran independientes de los antecedentes genéticos de los voluntarios. “No obstante, es necesario completar este estudio con otros análisis que añadan diferentes altitudes, grupos de población, otros datos clínicos, nuevos criterios ambientales – como humedad, temperatura, clima o contaminación -, etc., de modo que podamos saber a partir de qué altitud este factor reporta beneficios para la salud”, culminó el catedrático de Nutrición Alfredo Martínez, también coautor del estudio.

 

 

Fuente:

Universidad de Navarra

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